6 mar 2024

Amistades sinceras

En el vestuario masculino de la piscina reinan la calma y la prisa a la vez. Unos corren por aquello de cumplir con sus obligaciones, otros charlan y los jubilados pelean con sus articulaciones para encajar la ropa en su lugar. Pero ciertamente es un lugar discreto. Hasta que llega él. Es un hombre hablador que se toma con familiaridad las relaciones. Cuenta las tareas que le quedan y las injusticias que sufre en el trabajo. Estoy en el paro y me han ofrecido ir a Corella. ¿Te parece bien?, le pregunta al desconocido de al lado. 180 km, no te fastidia, protesta. Como no le funciona la conversación cambia de interlocutor. ¿Qué? ¿Tú vas a trabajar? Se miran y el interpelado mueve la cabeza afirmativamente. Y ¿dónde trabajas? Sonriendo le contesta que él vende libros. Claro, pienso, por eso se me hacía a mi conocido. El caso es que yo me libro por el momento del interrogatorio. Pero le oigo que habla en el compartimento de al lado. Ahora el interrogado es él. Tú eres muy sociable, tienes muchos amigos, ¿no? Me das envidia, comenta uno. Sí, yo hablo con todos, a veces demasiado dice mi madre. Pues yo es que soy autista y no hablo nunca, no tengo amigos, soy un negado para las relaciones. No tengo ni novia. Yo me quedé alucinado con tal nivel de intimidad en un vestuario donde hasta ese día imperaba el anonimato. Qué sinceridad, pensé. Cuando cerré mi taquilla y salí hacia la piscina, pasé por delante de ellos. Allí estaban en animada conversación el extravertido y el introvertido. Los dos en cueros. Los dos por la cuarentena. Habían encontrado su media naranja, con todo respeto. 

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