Corcho

Me pasé unos cuantos años cumpliendo con mi trabajo en un alcornoque, pues yo era la primera línea de protección del árbol centenario. Cumplí como un señor. Pero hace cuatro meses vinieron unos individuos mal encarados que arrancaron la corteza en grandes láminas y se la llevaron. Yo me fui con ellos y poco pude hacer frente a sus aviesas intenciones, pues ante mi impotencia, cortaron en finas piezas el alijo, le dieron forma cilíndrica y se fueron a una afamada bodega. Y allí estoy yo, haciendo de tapón de un gran reserva. Vamos, que ahora me encargo de cerrar el paso al que está dentro. Esta vez espero cumplir. Lo mío es la guardia personal.

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Viceversa, un amigo

Tengo un amigo que nació en la frontera mismamente y nunca sabe de qué lado es o, como dicen los entendidos, qué identidad le corresponde. Cuando está con los unos, él dice que le tratan, o se ve, como si fuera de los otros y viceversa, por lo que no tiene aún decidido ni de qué equipo de fútbol es seguidor. Y mira que le decimos que habrá un lado con el que se sentirá más identificado, más a gusto, más cercano, más... ¡Qué va! Él, además, es beligerante y presume de ser de los otros ante los unos y otro tanto al revés. Es que a mí me gusta discutir, se defiende. ¡Ah!, respondemos haciéndole la ola, no nos habíamos enterado. Y así pasamos los días y las semanas y los meses en debates de profundo calado existencial, pensando que su último problema será dónde depositar sus cenizas, si en un lado de la frontera u otro, o, como ha sido tan de talante ambiguo, si hay que inhumarlo o incinerarlo... No estoy seguro ni de que en ese día acaben sus dudas.

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