En
mi época en la clandestinidad tuve que idear muchas tretas para
despistar a la policía. Claro que muchas veces estuve a punto de ser
atrapado o morir, pero tuve suerte. La ocasión más peliaguda, sin
embargo, la pasé con mis aliados. Hice 500 km. disfrazado de cura y
llegué hasta las posiciones de los maquis, soldados perdedores y
republicanos que seguían en los montes después de acabar la guerra.
Cuando me vieron, me querían limpiar el forro. Con razón. ¡Me
tomaron por cura! Me costó unos cuantos juramentos y mucho tiempo
convencerles de que yo les podía sacar por el mar y librarles de
Franco y de la Guardia Civil. Y así fue. Al final les metí en un
viejo pesquero y llegamos a la Francia liberada de los nazis. ¡Uf,
que apuros! Esto contaba, entre risas y ya mayor, Lezo de Urreztieta.
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