8 ene 2024

Templaculina

Tomó prestada y sin permiso una bicicleta. Cuando llegó a su destino, llamó el dueño, supuso que el teléfono marcado en el manillar era el suyo. Le dijo que la devolvería a su sitio por la tarde, que andaba apurado. No hace falta, le cortó al vuelo, iré yo al hospital a recogerla, que tengo impregnado el sillín de una sustancia urticante que se cura si aplicas templaculina en menos de una hora. Sólo ellos, aparte de mí, tienen el antídoto. Es oral, le consoló. El ladrón enmudeció. Y tras un silencio dramático, el interlocutor gritó muerto de risa: ¡Que es broma! 

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