13 jun 2022

Esta pandemia de locos

Doña Mercedes llamaba a su médico de cabecera por teléfono por lo menos una vez a la semana. Don Santiago la atendía amablemente y trataba de resolver sus cuitas, llevando la situación alguna vez a cuotas surrealistas. Por ejemplo, aquel día en que la mujer se quejó de dolores en el pecho. Tengo que auscultarla, le dijo, pero ya sabe, tiene que ser a distancia. ¿Qué hago?, preguntó ella. Póngase el teléfono en el pecho y respire hondo. La mujer obedeció y pronto escuchó el diagnóstico. Tiene un virus. ¿Yo? No, en teléfono. Le puede contagiar, le dijo muy en serio el galeno. ¿Qué hago? Mire, le propuso, le mandaré un antivirus a ese teléfono y usted solo tendrá que apretar un enlace que aparece en azul y el aparato será limpiado. ¡Ah! Se lo diré a mi nieta. No, no, hágalo usted cuanto antes, notará la mejoría rápidamente. Gracias, don Santiago, no sabe cómo se lo agradezco. Cuídese, doña Mercedes.

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