1 oct 2021

Parroquias de antaño

El cura subió al púlpito y posó la mirada en los fieles. Don Fortunato descubrió que había algunos forasteros y mucho cliente habitual. Notó la presencia de gentes con posibles, pueblo llano y fiel al fin y al cabo, y de algunos desconocidos que no le infundían mucha confianza. Aún así, se dejó dominar por un inevitable ataque de euforia. Carraspeó antes de iniciar el sermón con un "queridos feligreses que acudís a honrar a la patrona Santa Tecla...". Se extendió en glosar las virtudes de la santa del primer siglo de nuestra era, ponderando el ejemplo de vida que daba a todos. Y recalcó lo importante que era la generosidad que tanto podía ayudar a sostener la iglesia y a sostener a los pobres a los que debía atender, sobre todo, dramatizó en tiempos de pandemia. Un buen cristiano, recalcó para acabar, ama al prójimo y ama en ellos a Dios. Y las limosnas son una gran prueba de amor. La misa continuó con el cepillo, dos monaguillos se pasaron un buen rato recorriendo los bancos donde estaban los feligreses. No os olvidéis del coro, les había dicho el oficiante. Al acabar depositaron los canastillos con el dinero en el altar. Don Fortunato no dejaba de mirarlos. En la primera ojeada vio montones de monedas y varios billetes semiocultos de color morado e incluso verde. Al despedir a los fieles se mostró efusivo y deseó que todos se fueran en paz. Todos notaron la euforia de don Fortunato. El pescatero, al igual, se mostraba contento. Ya sabía que aquella semana le llegaría parte en la cesta de la compra del ama del cura. Y el carnicero, y el de la bodega, y... Ya lo dijo el banquero. El dinero debe circular, así se disimula la pobreza y aumenta la alegría. El mendigo de la puerta, como siempre resignado a su suerte, también se alegraba, pues estaba seguro de que algo también le tocaría. Y como era un intelectual venido a menos, ensalzaba, sin que nadie le entendiera, la importancia de la economía circular.

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