4 oct 2021

Conflicto

Un día se cruzaron en una acera estrecha un hombre cargado de orgullo y otro sobrado de inteligencia. Como ya he dicho, la acera no era tan ancha como para que pasaran los dos, de forma que uno de ellos debía bajar al camino encharcado. Hasta el último momento ambos se miraron, el uno en tono intimidador y el otro con cara expectante. Finalmente uno cedió y mojó sus zapatos y el otro siguió paseando su estúpido orgullo por el reino de don Nadie, convencido de su indiscutible valía. El humillado sacudió sus pies. Por lo menos, me he librado de dar explicaciones ininteligibles a ese cafre. Y se olvidó del asunto.

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