23 jul 2021

Semánticas traidoras


Tengo una amiga viajera que se mueve mucho por el mundo tratando de conocer otras gentes, otros países, otras formas de vida. Su conversación, cuando entramos en estos temas, es muy amena, a la par que ilustrativa y un poco gamberra. Ayer me contó una experiencia surrealista, pero cierta dice, que le ocurrió en un viaje que realizó a Nápoles y en el que acabó visitando la ciudad de Pompeya, donde dice que disfrutó mucho descubriendo las ruinas de los viejos burdeles, las tiendas, los baños públicos, los graffiti que adornan aún sus muros, el anfiteatro, el templo de Apolo... Corté la riada verbal de mi amiga preguntándole si disfrutó también contemplando los famosos frescos de la ciudad destruida por el Vesubio en el año 79 d.C. Mucho, me respondió, mucho y sobre todo de uno. Y le pedí que me contara qué es lo que le llamó la atención de esas pinturas realizadas en paredes sobre mortero de cal. No me has entendido, me dijo. Acudí a un restaurante local, corrí una cortina para entrar y apareció un fresco romano. Ciao bella, come stai? Que muy bien, le respondí. Y muy bien acabó todo. Bueno, sonreí, no sería romano, más bien napolitano. Soltó una carcajada. Fue su respuesta. 

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