19 jul 2021

Dichosos turistas

Ye'kuana
Pagué mucho dinero por ir a visitar una tribu perdida en el Orinoco dentro de un viaje de turismo organizado para curiosos ciudadanos venidos de Occidente. Mucho dinero, repito. Llegamos a la aldea, nos recibió el que hacía de jefe y una especie de consejo de ancianos en el que no había viejos, nos pasearon por la selva, dispararon sus cervatanas con o sin curare, ni lo supe nunca, nos invitaron a comer y beber, danzaron para nosotros y jugamos con sus niños. Me hize muy amigo de un adolescente al que regalé mi visera y de una joven de pechos descubiertos que me agarró del brazo y no se separó de mí durante la visita. Salimos todos muy satisfechos de haber conocido aquella gente de mirada tan limpia y de una vida tan simplificada y feliz. Pienso que mereció pagarse el dinero que nos cobró la agencia. Pero días más tarde escuché una conversación de un misionero. ¿Fuisteis a ver a los yanomani? Pues no sabéis que ellos también fueron a veros a vosotros. Sois todo un espectáculo para ellos. Acudieron más de una veintena de aldeas a ver a hombres blancos, como ellos dicen muy feos, blanquecinos y peludos, y se lo pasaron muy bien con vosotros, sois un espectáculo, como un circo, vamos. Me callé. Nunca pensé que el observador a su vez puede ser observado con el mismo morbo o más. En fin, me sentí ridículo. Sin embargo, admito que yo aprendí mucho de ellos y empiezo a dudar de que ellos aprendieran algo de mí! Como mucho, llegué a ser un entretenimiento. 

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