Alienación, qué fácil es vencerte

Los
vecinos de Angelines oían sus gritos y lamentos más de una noche.
Al día siguiente no dejaban de ver su cara marcada, su leve cojera,
su rostro cargado de impotencia y pesar. Los vecinos nunca dijeron
nada, nunca trataron de parar aquello. A lo sumo buenas palabras, un
poco de apoyo y una suerte de conmiseración que, en su conjunto, no
servía para nada. Los vecinos de Angelines, por esas cosas que
ocurren en la vida, aceptaron alquilar una habitación a una
estudiante Erasmus que seguía clases en la Universidad cercana. Era
una chica adorable, según comentaban. Y lista en todos los sentidos.
Porque a la tercera noche que pasó en la casa conoció cómo eran
los gritos y lamentos de Angelines. Le faltó tiempo para acudir en
su ayuda, llamó a su puerta y encontró a un energúmeno borracho
que no sabía ni explicar qué estaba ocurriendo y menos qué iba a
ocurrir. Porque la estudiante Erasmus se fue con Angelines al
hospital, visitó la comisaría, prestó declaración para que
detuvieran al degenerado aquel y se quedó toda la noche en casa de
Angelines. Según cuentan, aquel día comenzó una nueva vida para la
mujer maltratada. Y para sus vecinos, que se sintieron muy
avergonzados. Con lo fácil que ha sido dar este paso, se lamentaba
el marido, no fuimos capaces de hacer nada. Y tiene narices que tenga
que venir una chiquilla para poner las cosas claras, se dolía la
mujer. Hemos sido unos cobardes, confesaba él. Y al final unos
cómplices, admitía ella._________
No hay comentarios:
Publicar un comentario