7 jul 2021

Alienación, qué fácil es vencerte



Los vecinos de Angelines oían sus gritos y lamentos más de una noche. Al día siguiente no dejaban de ver su cara marcada, su leve cojera, su rostro cargado de impotencia y pesar. Los vecinos nunca dijeron nada, nunca trataron de parar aquello. A lo sumo buenas palabras, un poco de apoyo y una suerte de conmiseración que, en su conjunto, no servía para nada. Los vecinos de Angelines, por esas cosas que ocurren en la vida, aceptaron alquilar una habitación a una estudiante Erasmus que seguía clases en la Universidad cercana. Era una chica adorable, según comentaban. Y lista en todos los sentidos. Porque a la tercera noche que pasó en la casa conoció cómo eran los gritos y lamentos de Angelines. Le faltó tiempo para acudir en su ayuda, llamó a su puerta y encontró a un energúmeno borracho que no sabía ni explicar qué estaba ocurriendo y menos qué iba a ocurrir. Porque la estudiante Erasmus se fue con Angelines al hospital, visitó la comisaría, prestó declaración para que detuvieran al degenerado aquel y se quedó toda la noche en casa de Angelines. Según cuentan, aquel día comenzó una nueva vida para la mujer maltratada. Y para sus vecinos, que se sintieron muy avergonzados. Con lo fácil que ha sido dar este paso, se lamentaba el marido, no fuimos capaces de hacer nada. Y tiene narices que tenga que venir una chiquilla para poner las cosas claras, se dolía la mujer. Hemos sido unos cobardes, confesaba él. Y al final unos cómplices, admitía ella.

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