14 may 2021

El duro trabajo del horticultor

Con el primer golpe de azada apareció una lombriz hermosa y brillante. Salió de un terrón y trató de volver al mundo subterráneo en el que se sentía segura. El horticultor sintió alivio al ver que no la había mutilado. Y se quedó observándola. El ya sabía que era un colega en eso de preparar la tierra para su plantación, no en vano se les denomina "ingenieros de ecosistemas". Y no dejó de sorprenderse con su cuerpo elástico dividido en anillos y más en su empeño por desaparecer en el terreno. Recordó que había leído que era hermafrodita y que se reproducía por huevos. Miró al abultamiento que tenía entre los primeros anillos y comprobó que sí, era cierto, allí debían estar los huevos. Luego supo que se llama clitelo. Y su pensamiento se volvió triste. He estado a punto de matarla, se recriminó. Recordó que de niño había oído que si se las partía por la mitad se regeneraban. Tengo que mirarlo a ver si es verdad, pensó. Y sí, era cierto a medias, porque la parte que se regenera era la de la cabeza. Tiene su lógica, sí, porque su aparato digestivo es prodigioso, a diario comen materia orgánica hasta un 90% de su peso y convierten todo en humus. Ya dijo Darwin que la humanidad les debe mucho. Aquel hortelano se quedó absorto, miró con aprensión a su azada y solo le faltó llorar. O reír, porque aquel día entendía mejor el mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario