Dios trabajó duro en el sexto día de la creación, creando todos los seres vivientes que pueblan la Tierra. Aquel día repartió los sentidos entre los animales y casi todos debieron salir favorecidos, a tenor de lo poco que protestaron. El murciélago, el topo y algunos más salieron ciegos, por ejemplo, por culpa de un despiste del creador, pero se conformaron al saber que alguna ventaja sacaban de ello. A muchos los hizo carnívoros, a otros insectívoros u omnívoros y ni las víctimas protestaron.Y con tanto trajín creador hasta le salió algún pez volador y algunas aves que se zambullían en el agua, unos que se reproducían por semillas, otros por huevos, por partenogéneis o embarazos complicados. Bueno, como todos estaban empezando y eran de buen conformar, pues ahí quedó la cosa. Donde más despistado estuvo dios nuestro señor, fue con ocasión de crear a Adán y Eva, menudos dos. En un momento poco inspirado los hizo semejantes a él y, cómo lo puedo explicar yo, le salieron soberbios, respondones e inconformistas. Por discutir, hasta discutían entre ellos a la hora de solicitar mejoras en el diseño. Cuentan que incluso querían ser inmortales. Dios llegó a perder la paciencia y no hizo mucho esfuerzo en enmendar el yerro. Así nos va.
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