1 jul 2020

Jodida memoria

A mi vecina Mari Pili le he pedido prestadas cuatro pinzas. Me ha prometido mandármelas por medio de su hijo pequeño. Cuando ha sonado el timbre he acudido a la puerta y me he encontrado con un señor de bigote que me ofrecía las pinzas en la palma de la mano. Me he sentido confusa, pero bueno, he conseguido darle las gracias y despedirlo con la excusa de que tenía mucha prisa. Más tarde Mari Pili me ha contado que, efectivamente es su hijo menor, que estaba de visita hoy en casa, que está soltero, que trabaja de acomodador en un cine, que es muy majo, que... ¡Eh, para! ¿No querrás encajármelo de marido? Hay que reconocer que Mari Pili es una mujer sin doblez y sincera, porque con un hilillo de voz me ha dicho que sí. Me ha desarmado. Le he tenido que decir con toda brusquedad que somos pensionistas, ambas viudas y viejas revenidas con achaques. ¡Joder, cuánto cuesta tener la cabeza en su sitio!
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1 comentario:

  1. Al comenzar la lectura uno se imagina a Mari Pili joven, entre treinta y cuarenta. El relato va creciendo en sorpresas que hacen levantar las cejas, hasta la sorpresa final con la confesión de Mari Pili.
    Un relato divertido y cercano por lo que nos toca. Me ha gustado mucho, se ve que estás con la imaginación fresca.

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