29 jun 2020

Cavilaciones de Oscar Wilde delante de un folio

A la hora de crear cuentos me defiendo en los temas de encargo, esos que te piden que te inspires en una imagen o los otros que te obligan a empezar por una frase o aquellos que te atan a un tema. Me defiendo, ya lo he dicho. También consigo un relatos aseados, según los cánones, cuando llevo una historia clara en la mollera. Pero, he de reconocerlo, me gustan los relatos locos que empiezas sin saber ni de qué vas a escribir. Por ejemplo éste. ¡Ostras, si no encuentro el nudo! Esto va a acabar en debacle. No pasa nada. Cierro los ojos, corro una cortina sobre mis últimos pensamientos y dejo todo para después. Es bien sencillo. La musa siempre acude, incluso cuando se trata de borrar todo lo escrito, porque, así de repente, se te ocurre otro desarrollo. Pero en fin, no es el caso, que me da que este texto, que iba para catástrofe, se puede arreglar con un título pomposo. Aunque apócrifo, claro. Que me perdonen los editores. 
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