5 jun 2020

Mi educación en valores



John Wayne dio un brinco y cayó sentado en un caballo que inició raudo el galope. Le seguían doscientos no sé cuántos indios que le pisaban los talones y a los que el pistolero burló ocultándose en la copa de un árbol en el que nadie lo pudo ver. Cuando los apaches se alejaron, el vaquero encendió un cigarrillo, silbó a su caballo, por cierto, a todas luces muy inteligente, y se largó al fuerte donde los casacas azules le esperaban para felicitarle. En aquel momento, todos los espectadores arrancamos a aplaudir a nuestro héroe, no era para menos. El solito había matado a tropecientos indios, había roto con sus puños las narices de más de uno, había enamorado a una india bella y había hecho justicia a diestro y siniestro. Lo dicho, en aquella sala no había nadie con más inteligencia que el caballo.
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