Ignacio Zuloaga - Cabeza de mendigo |
Joseíto
era un mendigo fijo en el barrio y nunca le pregunté por qué había
elegido esa forma de vivir. Parece que se la encontró al nacer y no
se preocupó nunca de cambiar el modus vivendi. El caso es que, tras
un estudio sesudo del mercado, decidió comprarse una flauta y poder
atraer así mayores ingresos en limosnas. Y lo consiguió de
inmediato. Sonaba tan mal su flauta que todo el mundo estaba
dispuesto a darle una monedas para que cesara en su estridentes y
desacompasadas melodías. Y vivía mejor. Ya sólo toco, me decía,
cuando tengo hambre, me falta tabaco o quiero una cerveza. Y es que
Joseíto
entendía el mercado. O a sus vecinos de toda la vida, no sé.
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