Quiero
destacar el papel que juegan los fósforos en esta vida nuestra. O al
menos de los que yo tengo en casa. Enciendo mi chimenea de pascuas a
ramos y noto que cada cerilla se esfuerza por cumplir su misión
peleando contra la humedad que acumulan por culpa del tiempo y el
olvido. Cuando ambos logramos que prenda la llama, me surgen
sentimientos contrapuestos. Yo feliz por poder calentar mis huesos y
al mismo tiempo triste, porque en mi mano queda un palito chamuscado
que ya no sirve para nada. Acabó, mejor diría, sacrificó su vida
por mí. ¿Cómo agradecérselo? No hay forma, pero sí he adoptado
una nueva postura existencial ante las cosas simples y aparentemente
nimias de la vida, no sé si se expresa así, pero desde luego,
las valoro, admiro y respeto.
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