“Tres
tristes tigres en un trigal...”.
¡Eh, no sigas! ¿Por qué? Porque ahora son dos. No me digas, ¿qué
ha pasado? Que uno murió en el zoo de Nueva York. No fastidies, ¿de
qué? Dicen que de un virus. No me digas que un bicho tan pequeño
puede acabar con un animal tan fiero. Sí, no puedes minusvalorar al
enemigo pequeño. Ya. Bueno, sigo. Dos
tristes tigres en un trigal...
¡Eh, que no vale, que eso es un trabalenguas que juega con la “r”.
Entonces tienes que decir “dros”. ¡Ah, vale! Así pasaron todo
el confinamiento. Al final, aquella familia tenía una jerga
consagrada ya desde el despertar mañanero. Se oía, por ejemplo, un
“bruenros
drías crariñro...” “¿Qurieres dresrayrunrar? “Vralre”.
“Ahrí trienres lrechre cron....”. Dicen
que el abuelo, cuando acabó el confinamiento, salió corriendo a
tomar un tren no se sabe a dónde. Lo busca la Interpol al día de
hoy.
______
No hay comentarios:
Publicar un comentario