El
diálogo entre el Abuelo Simón y su amigo, el tío Machuca, no tenía
desperdicio. Recuerdo un día ya lejano en que lo pasé mal, tuve un
acceso de tos en una taberna y la gente no dejó de mirarme. Y ¿te
acuerdas? Me atraganté con una miga y hasta que no la saqué de la
tráquea no paré de toser. Ya. Y tuve que dar explicaciones para
tranquilizar a la camarera y tres clientes. Menos mal, había gente
que velaba por ti. Pero me mosqueó la susceptibilidad del personal.
¡Qué menos, los medios no dejaban de meternos miedo! Ya. Oye, una
pregunta, la sonrisa ya asomaba en la cara del abuelo Simón, ¿al
final del acceso de tos saliste vivo del bar sin que llamaran a las
autoridades? No te rías, qué tiempos aquellos. Había bares
abiertos y todos estábamos apelotonados. Y ¿ahora? Pues ya ves, tú
y yo hablando por teléfono. Paciencia. Eso. Paciencia y ánimo.
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