16 ago 2019

El peso de un apellido

Tuve un antepasado verdugo, lo sé. Era una funcionario de la corte que trabajaba en las caballerrizas, pero los días de cadalso, escondido tras un verduguillo, se transformaba en un implacable ejecutor de cuantos reos le mandaban los jueces. Lo sé, porque este secreto se conserva en la memoria familiar después de por los menos 8 generaciones. A mí esta cuestión me parece vergonzosa y, por supuesto no hablo con nadie de ello. Es más, no lo voy a transmitir a ninguno de mis hijos o hijas. Conmigo muere el asunto. Mi madre no me da la razón, dice que es imposible ocultarlo. ¿Acaso tú no te apellidas Verdugo? ¡Uf! Lo tengo difícil, sí.
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