17 may 2019

La fábula que nunca quise escribir

En la última asamblea de pájaros y aves de mi valle salió a colación el tema del cambio climático, tan en boga entre los humanos. Hablaron primero las golondrinas que informaron de que cada vez el mundo estaba más envenenado. Los cuervos se quejaron de que el plástico aparecía por cualquier lado. Incluso los murciélagos, que no ven nada, protestaron por el aire irrespirable que encontraban muchas noches. Y las abubillas hablaron del calor asfixiante que encontraban en sus nidos, las cigüeñas de la falta de agua, los pájaros carpinteros de la deforestación, el petirrojo de la escasez de insectos... ¡Silencio, escuchadme!, avisó el búho ululando cada sílaba como pocas veces hacía. No debéis creer eso del cambio climático que dicen los humanos, no. Parece que es la naturaleza y el planeta el que cambia acelerando los procesos. No os lo creáis, eso es un eufemismo. En realidad nos ha tocado vivir una época en la que los bípedos esos de ahí abajo están matando el mundo, lo destruyen, por lo que parece, sin remedio. Todos enmudeciron y quedaron apesadumbrados. No en vano el búho era símbolo de la sabiduría. Un buitre comenzó a llorar y todas las demás aves y pájaros se unieron a coro en el llanto.
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