Sí,
soy su esposa, tuve que decir. Eran las pequeñas peripecias que teníamos que
pasar las parejas que nos acercábamos al albergue. ¿Tienen
libro de familia? Sí, le mostrábamos una fotocopia borrosa que
valía lo justo, pues no era cuestión de llevar encima documentación
tan importante. El guardián de la moral aceptaba a regañadientes y
nos permitía el paso a las habitaciones. Aquello daba mucho morbo a
nuestra relación, ya que casi era obligado fornicar aquella noche, a
pesar del cansancio de una larga caminata. Hoy me río viendo cómo
este país ha dejado de regular la coyunda, pero entonces era
cuestión de estado.
NOTA:
Texto presentado el 17-5-19, en la XII Edición de Relatos en
Cadena, concurso de microrrelatos de la Cadena Ser, cuya condición
de inicio es dar comienzo al relato con la última frase o fragmento
del cuento ganador de la semana anterior.
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