A
Jorge Vivián le ofrecieron un seguro de vida, qué ironía, en el
que le aseguraban hasta las honras fúnebres, el ataúd e incluso el
enterramiento. Le dejaron elegir nicho, tumba o hasta panteón. Jorge
Vivián se quedó perplejo, porque en estas cosas no había pensado
nunca y pidió tiempo para contestar. En el primer día libre que
tuvo se fue al cementerio y paseó curioseando por todas partes. No
sacó buena impresión. Notó más las huellas del olvido, que el
calor de los deudos. Observó las humedades de las tumbas, las
grietas en los panteones, las letras borrosas de muchas lápidas, la
soledad que se mascaba en el ambiente. Sacó alguna conclusión. Supo
que el paso postrero es directamente el olvido, el silencio, la nada.
Volvió a casa y llamó a la Aseguradora El
Consuelo.
Acepto la mitad de la oferta, sólo quiero un seguro en vida, por si
me vienen mal dadas. Lo de la muerte me trae al pairo. ¿Cómo?
Mire, no le digo más, he visto orinar un perro en una tumba.
_____ o ______
No hay comentarios:
Publicar un comentario