22 may 2019

El día después


A Jorge Vivián le ofrecieron un seguro de vida, qué ironía, en el que le aseguraban hasta las honras fúnebres, el ataúd e incluso el enterramiento. Le dejaron elegir nicho, tumba o hasta panteón. Jorge Vivián se quedó perplejo, porque en estas cosas no había pensado nunca y pidió tiempo para contestar. En el primer día libre que tuvo se fue al cementerio y paseó curioseando por todas partes. No sacó buena impresión. Notó más las huellas del olvido, que el calor de los deudos. Observó las humedades de las tumbas, las grietas en los panteones, las letras borrosas de muchas lápidas, la soledad que se mascaba en el ambiente. Sacó alguna conclusión. Supo que el paso postrero es directamente el olvido, el silencio, la nada. Volvió a casa y llamó a la Aseguradora El Consuelo. Acepto la mitad de la oferta, sólo quiero un seguro en vida, por si me vienen mal dadas. Lo de la muerte me trae al pairo. ¿Cómo? Mire, no le digo más, he visto orinar un perro en una tumba.
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