Se
conocieron en un pasillo de hospital, camino de quirófano. A mí de
la pierna izquierda, ligamentos cruzados. A mí de uretra, que la
tengo obstruida. Suerte. Suerte. Tras el operatorio ambos acabaron en
el mismo habitáculo de la Unidad de Cuidados Postoperatorios y fueron
recuperándose de las respectivas anestesias. Y definitivamente
trabaron amistad. He visto la muerte no muy lejos. Yo también. ¡Qué
bien me cuida mi mujer! Es una suerte, yo soy divorciado, pero no me
quejo, me defiendo solo. Sus confidencias y consuelos acabaron
pronto, justo cuando entró en el recinto la exmujer de uno y la
mujer del otro. Eran la misma persona. La intrusa para uno, visitante
para el otro, huyó despavorida en cuanto tomó conciencia de la
situación. ¡Joder, decía el divorciado, la Seguridad Social
debería cuidar estos detalles! ¡Por mi madre, quién se lo iba a
imaginar! No durmieron a gusto ninguno de los dos, se complicó el
postoperatorio. Al amanecer, exhaustos ambos, el uno se interesó por
el otro. ¿Os queréis? Sí. Pues que os dure, respondió el uno con
un hilillo de voz... El otro sonrió. Y no volvieron a hablar más.
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