Una vez me contó un chamán que la felicidad existía, que se podía comprar en su tienda, ya que él había contactado con los espíritus y poseía la fórmula de una pócima milagrosa. Me lo creí y le solicité un frasquito. Me dijo que había un inconveniente, nada menos que los productos que la componían, que eran difíciles de localizar. Me ofrecí a ayudarle. Unos pocos adeptos financiamos un gran viaje del que todavía no ha vuelto. De esto hace años. No pierdo la esperanza, sé que cuando regrese seré feliz. Mientras tanto, empobrecido y sin recursos, mendigo por las calles y duermo a la intemperie, con una fe ciega y una esperanza inmensa en que esto cambiará. Hasta creo que ahora mismo ya soy feliz. El chamán ya se acerca, lo presiento.
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