Juan
Luis Alfonso Fernández demostró alma de comerciante desde niño. La
madre se acercó un día preocupada a la escuela. Mire, señor
maestro, mi hijo maneja mucho dinero, que no sé de dónde lo saca.
A nosotros no nos falta nada en la tienda, que lo hemos mirado. A ver
si nos puede ayudar usted. El maestro prometió hacerlo, pero no fue
capaz de cumplirlo. Años más tarde se lo descubrió una alumna
pícara que también lidiaba a duras penas con la vida. Nos estuvo
vendiendo "chinas" a 100 ptas durante un año. ¿Costo?
¡Qué más quisiéramos! Eran pastillas de Starlux, de esas del
caldo de sopa, pasadas a la plancha, convertidas en chinas y envueltas en papel de
alumninio. ¡Joder, qué listo el Juan Luis Alfonso Fernández!
Menos, menos, que el Juanlu acabó su emprendimiento después de la
paliza que le dimos todos los fumetas del barrio. Cierto como la vida
misma.
_____ o _____
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