5 dic 2018

La rotonda de los olivos


Le pidieron a un escultor, hijo del pueblo, que creara una obra para embellecer una de las nuevas rotondas de la carretera de entrada y salida en la localidad. Debía ser hermosa y recoger el espíritu del pueblo, en pocas palabras, su identidad. El artista se lo pensó mucho. Se trataba de una tierra de viticultores que trabajaban de sol a sol en el campo. Así que preparó un botijo gigante que manaba vino. Bueno, agua tintada que se movía en un circuito cerrado. En la panza del botijo dejó escrito en cinco idiomas lo de "bienvenidos" por el este y "hasta pronto" por el oeste. Fue muy celebrada. Pero pronto hubo que tomar medidas, pues era motivo de despiste para más de un conductor que, embrujado por la obra artística, por los textos o por los supuestos vapores del vino que generosamente brotaba del botijo, tomaba la curva de mala manera y acababa descalabrado. El ayuntamiento decidió plantar olivos en su derredor, consiguiendo que la obra escultórica fuera visible únicamente para los viandantes. Hoy ya nadie habla de la rotonda del botijo, que ya le han cambiando hasta el nombre.
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