Todos
los días pedía limosna a cambio de conversación. Y se explayaba a
gusto. Lo mío es suscitar compasión, decía. Sé de sobra que hay
gente que camina impasible a mi lado, pero me basta con la gente de
buen corazón que me da unas monedas. Pero, conste, que esto es un
trabajo en el que hay que ser consecuente. Duermo en la calle, no
bebo de un tetrabrik, acepto ropa y calzado usado, leo lo que me
dejan y, si hace falta, cuento mi vida hasta hacer brotar lágrimas a
mis oyentes. De esta guisa se explicaba un tal Ricardo del Hinojo,
que estuvo en nuestro barrio más de cinco años. De repente
desapareció y no volvimos a saber más de él. Yo aún sigo mirando
cada mañana el rincón en el que dormía a la intemperie.
____ o ____
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