El
viajero es todo oídos y de vez en cuando se queda con alguna
historia que contar. Y ésta tiene que ver con el viejo y nuevo
puente de Maslenica, una ciudad a mitad de camino entre la costa de
la Dalmacia croata con el interior del país, más agreste y
montañoso. El caso es que el viejo puente fue destruido el 21 de
noviembre de 1991 por los serbios, que en aquella época andaban a
malas con los croatas. Vamos, en guerra, es muy triste decirlo. Estos
intentaron reconstruirlo cuanto antes, pero decidieron hacerlo tres
kilómetros más arriba, para evitar la insistente artillería
enemiga. Así que en 1997 nació el nuevo puente de Maslenica, pieza
estratégica y fundamental en la actual autopista A1 del país. Pero,
y aquí está el meollo de la historia, se olvidaron de un detalle.
No contaron con el Bora, ese viento que desciende de los Alpes
Dináricos y agita el Adriático con violencia. Cuentan que cuando
los ingenieros comenzaron a trazar el viaducto, se les acercó un
pastor que les desaconsejó el emplazamiento. Mis ovejas, cuando
sopla aquí el Bora, vuelan, les dijo. Ellos replicaron que el viejo
puente también voló, que no esperaban verlo más veces por los
aires. Y lo hicieron. Hoy es fácil encontrar algún croata que
comenta que el nuevo puente que cruza el Estrecho de Maslenica suele
permanecer cerrado unos 32 días al año por culpa de los vientos
huracanados que lo asolan. Y es que hablamos de hasta 200 km/h.
Hablamos del Bora, ese viento que nace en los Alpes Dináricos y se
desparrama violento en el mar Adriático. Ya lo dijo el sabio pastor.
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