Nadie
lo cuenta nunca, pero hay que decirlo en voz alta y clara. Hay un
calendario de floración establecido por el gobierno que obliga a toda
la flora a dejarse ver en un momento concreto, y no en otro. ¡Ay de
la planta que no respeta el orden establecido! O es acusada de
precoz, presumida, rebelde, egoísta... o le cae el sambenito de
retrógrada, inválida o pasada de moda. Y eso es muy duro,
reconozcámoslo. Precisamente esto le ocurre todos los años a la
higuera que tenemos en el parque. Florece la última, nos da
auténtica pena hasta el mes de junio y luego ya se redime y cumple
su obligación cubriéndose de follaje y proporcionándonos una
sombra agradable. Este año nos ha tenido en vilo y fue gracias al
alguacil, se acercó con el bloc de multas en la mano, que se aceleró
en su metabolismo vegetal y se cargó de hojas. A punto estuvo de ser
juzgada en rebeldía. Le hemos pedido oficialmente que se arrepienta
de sus pecados y reconozca el daño causado. Está por ver, es como
un tronco.
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