Doña
Mercedes acudió a la consulta del podólogo acompañada de una amiga.
Entre las dos tomaron un taxi y llegaron puntuales a la cita. Una vez
resueltos los problemas del juanete que le acompañaba en los últimos
años, quisieron regresar en taxi y lo solicitaron por teléfono. La
gestión falló y estuvieron a la intemperie más de 20 minutos.
Insistieron en la llamada y le aseguraron que en 5 minutos llegaría
el servicio. Y no llegó tan pronto. Mientras tanto un apuesto señor
aparcó un coche blanco a su vera y ellas, convencidas de que era lo
que esperaban, se acercaron a él, abriendo la puerta trasera
directamente e indicando la dirección final del viaje. ¿Dónde van
ustedes?, protestó el conductor. ¿Esto no es un taxi?, preguntó
doña Mercedes. El del volante se enervó. Señora, ¿cuándo ha
visto usted un Porche como taxi? Las dos amigas enmudecieron. Miraron
alrededor, fueron conscientes de su error y, para colmo, vieron que
un coche blanco con una luz verde en el techo se detenía detrás.
Perdón, dijo la amiga cerrando la puerta, ¡qué torpes! Doña
Mercedes se retiró con una sonrisa maliciosa y la frase ya en la comisura de los labios: Este dandy no duerme
hoy a gusto. ¿Por qué? Porque le hemos visto cara de taxista. Las
dos amigas se morían de risa.
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