Cierto
día, un campesino suizo del pueblo de Bürglen
en el cantón de Uri
que, acompañado de su hijo paseaba por la plaza de Altdorf,
fue detenido por no inclinar su cabeza al pasar por delante de la
efigie del soberano de la Casa de Habsburgo. El gobernador lo detuvo
de inmediato y le impuso un castigo para demostrar quién era allí el
que merecía todos los respetos y más, si hacía falta. El mandamás,
enterado de la fama de buen arquero del detenido tramó su castigo:
Debía disparar a una manzana colocada a 100 pasos de distancia en la
cabeza de su hijo, so pena de muerte en la horca en caso de no
acertar. De nada valieron los ruegos. El angustiado padre introdujo
dos flechas en su ballesta y acertó de lleno en la fruta en el
primer lanzamiento, librándose de la pena, aunque
no de la curiosidad del gobernador. ¿Por qué cargaste dos flechas?
La segunda, en caso de fallar la primera, era para ti. El gobernador
muy ofendido reaccionó de la peor manera. Estalló en cólera, y con
una nueva arbitrariedad alentó definitivamente la independencia de
los cantones suizos de Uri,
Schwyz
y Unterwalden
contra los Habsburgo. Por eso, y otras cosas más, Guillermo Tell es
un mito en Suiza.
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