Los
dos amigos hablaban sentados bajo el árbol de las confidencias.
Mira, decía el tío Machuca, tenemos muchas posibilidades de llegar
a ser centenarios, algo que ahora es mucho más frecuente que hace
medio siglo. Ya sabes por qué, argumentaba el abuelo Simón, ahora
la medicina no nos deja morir con tanto chequeo, medicación y
gaitas. Y también la alimentación influye, las jornadas de trabajo
de 8 horas, el deporte que hacemos... Bueno, el abuelo Simón tuvo
que hacer una puntualización, aunque tú y yo los músculos que más
ejercitamos son los glúteos. Claro, siempre sentados, puntualizó el
amigo. Pero, el abuelo Simón estaba ya lanzado, la mala leche
también influye. ¿Cómo? El mal genio alarga la vida, ¿no sabes?
Es como el vinagre que aumenta la duración de los alimentos, las
guindillas por ejemplo... Una sonrisa amplia iluminaba ya su cara y
el tío Machuca se puso en guardia. Dice algún médico inteligente
que la emociones intensas alargan la vida de los ancianos, cada
ataque de ira 5 minutos. Pues tú vas a hacer la competencia a
Matusalén, le espetó el amigo. A estas alturas el abuelo Simón
reía ya abiertamente.
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