Encontramos
el cadáver pronto, porque nosotros estamos en todas partes. Pero
enseguida empezaron a merodear por allí los más rápidos de la banda. Luego, apareció el de blanco que abrió sus alas y se
cogió todo el espacio para él. Pero esto ya puso en alerta a los
grandotes y se acercaron en bandada como un ejército organizado con
galones y jerarquía, aunque hubo picotazos entre ellos, ¡eh!, que
cuando aprieta el hambre todos nos volvemos más atrevidos, claro.
Después, según se fueron saciando, se alejaron y se posaron en un
terreno pelín elevado, lo que permitió volver al canoso y más
tarde a los pequeños. Se hizo la noche y todos desaparecieron, menos
yo y mis secuaces. Nos hartamos de comer hasta el amanecer. ¡Mecagüen
las urracas, los cuervos, el alimoche y los buitres!, gritó el
pastor al amanecer cuando descubrió el cadáver de la oveja. Como se
ve, tenía claro el orden de aparición de los carroñeros en el
escenario. A nosotros ni nos mencionó, es que somos muy discretos y
queremos pasar desapercibidos. ¡Je, je! De eso vivimos.
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