30 oct 2017

Razón no les falta

Salvé a una abeja de morir ahogada en un charco. Coloqué una ramita, ella trepó con dificultad y se secó a pleno sol. Observé todo el proceso y, no debe extrañar en estos tiempos de tanta convulsión climática, el insecto me habló. Y la abeja, para más señas doméstica, me dijo que estos son malos tiempos melíferos, que son pocos insectos para tanto trabajo, que estaba agotada. Y me lo explicó: los himenópteros nos dedicamos a polinizar plantas, siendo responsables de la germinación de miles, millones, trillones..., qué sé yo, de plantas. Pero, pregunté, hacéis miel, ¿no? Lo de producir miel es un beneficio colateral, que se diría, sirve para nuestra propia manutención y no para los sa-que-a-do-res humanos, me dijo remarcando las sílabas. ¡Ah!, exclamé, con un deje de arrepentimiento pelín hipócrita. Pero, piensa, alma de cántaro, me increpó, piensa. Mira, para hacer un kilo de miel somos necesarias más de 2500 abejas que recorremos más de 180.000 km recolectando polen de 4'5 millones de flores. Y en el camino polinizamos todo lo que se menea, ¿te enteras? Me sentí culpable. Sólo me consolaba pensar que la había salvado.
Osea que tú al año, fecundas muchas flores, ¿no? Unas 4.000, me contestó. ¡Ah! La miré fijamente viendo cómo estiraba sus alas y sus patas recuperaban la alegría. Creí ver a una diosa.
Y me hice egipcio de por vida, porque, para los antiguos pobladores del bajo Nilo las abejas eran lágrimas derramadas sobre la tierra por el Dios Ra, el dios solar, el dador de vida. 
_____ o _____
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario