Soplaba
el viento con determinación haciendo ondear banderas por puro placer
y llevándose alguna que otra prenda mal sujeta en el tendedero de
ropa de mi vecina Eulalia. Dos prendas íntimas y dos más vulgares,
perdón por la disgresión, pero es que esta diferenciacón es un tanto conspicua, cayeron en mi terraza y yo tardé todo el día en percatarme
de ello. Mi vecina, un poco avergonzada por la situación, pero muy
interesada en recuperarlas, ideó la manera de pedírmelas. Espió
mis movimientos y en la misma escalera me asaltó. Perdone, Juan,
tengo dos prendas de Women'secret caídas en su terraza, además de
unos calcetines. ¿Le importa dármelos? Ante mi cara de sorpresa,
explicó que había sido el viento. La invité a pasar al salón y
cumplí el encargo. El breve tiempo que necesité para doblar con
delicadeza y buen gusto sus prendas debió dejarla impresionada. Mi
marido no hace así, me dijo con una sonrisa traviesa. Aquello me
disparó el ánimo y hoy es el día que sueño más que
platónicamente con Eulalia. En vano por el momento, les tendré
informados.
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