La
hija no pestañeaba y seguía atenta lo que su madre le decía. Aquí
tenemos un útero, y se palpaba le vientre, más abajo los ovarios.
Si un hombre nos trae una semillita, puede que aparezca un bebé,
¿entiendes? La niña movió la cabeza afirmativamente. Si el hombre,
continuó la madre, es un fresco y tú una tonta del bote, date por
jo-di-da. Le remarcó las últimas sílabas y se quedó mirando a la
adolescente que, seguía moviendo hacia arriba y abajo la cabeza, sin
cerrar ni un ápice los ojos. Pero, y levantó el dedo hacia el cielo
como si estuviera captando la inspiración divina con un router
improvisado, si eliges un-buen-hom-bre, remarcó de nuevo las sílabas
como si la sintonía con Dios ya fuera perfecta, podrás ser feliz. Y
remató el discurso con un final conocido: ¡Y punto! La hija no solo
asintió con la cabeza, sino que esta vez entornó los ojos y dejó
grabadas en su memoria cada una de las palabras. Tal es así que, han
pasado ya muchos años y la que fue una niña al principio de esta
historia lo cuenta a una de sus nietas palabra por palabra como si
fuera una revelación. Y se queda muy satisfecha. La nieta también
asiente con entusiasmo moviendo de arriba a abajo la cabeza.
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