23 oct 2017

Cordón umbilical

La hija no pestañeaba y seguía atenta lo que su madre le decía. Aquí tenemos un útero, y se palpaba le vientre, más abajo los ovarios. Si un hombre nos trae una semillita, puede que aparezca un bebé, ¿entiendes? La niña movió la cabeza afirmativamente. Si el hombre, continuó la madre, es un fresco y tú una tonta del bote, date por jo-di-da. Le remarcó las últimas sílabas y se quedó mirando a la adolescente que, seguía moviendo hacia arriba y abajo la cabeza, sin cerrar ni un ápice los ojos. Pero, y levantó el dedo hacia el cielo como si estuviera captando la inspiración divina con un router improvisado, si eliges un-buen-hom-bre, remarcó de nuevo las sílabas como si la sintonía con Dios ya fuera perfecta, podrás ser feliz. Y remató el discurso con un final conocido: ¡Y punto! La hija no solo asintió con la cabeza, sino que esta vez entornó los ojos y dejó grabadas en su memoria cada una de las palabras. Tal es así que, han pasado ya muchos años y la que fue una niña al principio de esta historia lo cuenta a una de sus nietas palabra por palabra como si fuera una revelación. Y se queda muy satisfecha. La nieta también asiente con entusiasmo moviendo de arriba a abajo la cabeza.
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