Las
vi desde el autobús y ya me llamaron la atención. No más de 12
años. Estaban muy puestas en lo suyo. Se acercaban a cualquiera que
pudiera suponerse que tenía un mínimo sentimiento de piedad y
extendían la mano, hablando una lengua extraña. La gente las
ignoraban. Sus caras, no obstante, reflejaban serenidad y sus ojos
destilaban tristeza a raudales. Me miraron y, a pesar de tener una
luna de vidrio por medio, extendieron su mano e imploraron
insistentemente mi ayuda. Eran unas niñas, estaban sucias, me
hicieron sentir mal. Un hombre desconocido se acercó con un palo en
la mano y ellas desaparecieron a paso rápido, muy controladamente,
como si ya estuviesen acostumbradas. Levanté la vista y no vi más
que un lugar de paso, un punto de huida, un mundo roto, un parking
con más incertidumbres que vehículos. Mi autobús arrancó y
seguimos el camino, estábamos a 12 km de la frontera con Siria. Yo
era un turista confundido, ellas eran refugiadas o, bueno, aspiraban
a serlo.
_____ o _____
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