Nació
con ansias de llegar lejos, de ser alguien y buscó en qué. Fue
sincero consigo mismo, no tenía tantas luces, ni cualidades físicas
o intelectuales para destacar, así que hinchó sus pulmones del
mejor aire que encontró una mañana primaveral y se especializó en
el vértigo. ¡Cuánta satisfacción encontró con cada una de las
exclamaciones de admiración de los espectadores acongojados que
asistían a sus exhibiciones en las Rocas de las Palomas!
Él se lo sabía y controlaba los tiempos como nadie. Ascendía como
un gato hasta más de 15 metros y esperaba. Sabía que cientos de
ojos estaban clavados en él. Y se hacía esperar. Luego, alzaba una
mano como señal, y se lanzaba al vacío, poniendo un nudo en la
garganta a cuantos le observaban. En pocos, pero interminables
segundos, emergía y con brazadas lentas se acercaba de nuevo a la
roca, se ponía de pie y dejaba que le miraran, que le fotografiaran,
que le admiraran. Y volvía a repetir pausadamente la operación. Era
un ídolo local. Todos los días volvía a casa con un par de kilos
más de ego. Merecía la pena. Era uno de los hombres más felices de
Beirut. Bueno, los días de mal tiempo no tanto, que le tocaba
deprimirse un poco.
_____ o _____
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