Ayer
el maestro se enfadó mucho con mi amigo Jarko. Es un chico finlandés
muy listo que ha llegado a mi escuela este mismo año. Habla mal el
castellano, aunque entiende todo. Si no, que se lo digan al profe que
ayer se enfadó con él sin razón. Todo empezó por lo del
crepúsculo. Jarko estaba conmigo en el rincón de conversación que
nos han puesto en la clase para conseguir que el chaval se vaya
soltando y él, claro, cuando oyó la palabra esa me dijo que eso
sonaba mal, por eso de las dos últimas sílabas, mira qué fino. Yo
se lo expliqué y él lo miró por su cuenta en la wikipedia
finlandesa y se informó mejor. Total, que cuando el maestro dijo que
crepúsculo es palabra esdrújula Jarko lo aceptó sin rechistar,
pero cuando explicó su significado, mi amigo levantó la mano para
afirmar que crepúsculo no solo es la claridad especial del cielo
justo antes del anochecer o del amanecer, sino también del mediodía.
A mí me vas a decir qué es crepúsculo, anda, no me expliques cómo
funciona el mundo, le contestó el profesor molesto. Jarko se calló
con una medio sonrisa que demuestra lo listo que es. Luego, en el
recreo, ya me dijo que en su país, en invierno llaman “kaamos”,
a las dos horas de crepúsculo que tienen al mediodía. Mira qué
información tiene el profe, me dijo con su misma media sonrisa de
siempre. Yo, por aquello de defender el orgullo patrio le pedí que,
por favor, no diga crepusculo, sin tilde, que eso sí que suena mal.
¡Ah, que es esdrujula! Me lo dijo sin tilde, a propósito, porque le
vi otra vez en los labios la media sonrisa. Claro, Jeremías, le dije
yo, sabiendo que no le gustaba nada que le llamara por su nombre
traducido. A este finlandés le tengo que poner yo en su sitio.
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