En
la cuneta de la carretera reposa olvidado un cadáver. De un ser
vivo. De una flor. Exactamente un ejemplar de aciano o azulejo
(Centaurea cyanus). Su color azul ha dejado de ser intenso,
languidece, y en dos días estará confundida con el humus. Triste
final. Un tractor asesino, armado de un brazo que blandía una
desbrozadora, ha realizado la roza en el vial y ya no hay color que
alegre mis pupilas. Ha llegado el progreso. Naturaleza domesticada.
Uniformidad en la carretera. Todo limpio, todo perfecto. Es el
occidente rico. Y yo, llorando por una flor, con nombres y apellidos, aciano o azulejo, Centaurea cyanus, por más señas.
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