19 may 2017

Panadería Pim, PAN, Pum

Aquella mujer tenía mucha pericia, sacaba el pan recién horneado en un santiamén. Primero abría la puesta accionando una palanca con la mano izquierda, luego introducía la mano derecha dentro de un guante, asía una bandeja, se giraba hacia el mostrador y dando un taconazo a la puerta la daba por cerrada. E inmediatamente empezaba a servir panes calentitos a los clientes que acabábamos haciendo malabarismos para no quemarnos. La operación inversa era igual de rápida para introducir los panes de la siguiente cocción. Me pagan por dar espectáculo, no por vender pan, me confesó. Y parecía cierto, porque a las horas señaladas, cada cuarto de hora, la gente se agolpaba en el establecimiento como si de una sesión de circo se tratara. Lo hago 64 veces al día, contaba, y de noche ensayo alguna variación, para sorprender al público. Este es el plus de diferencia de nuestro producto, ya sabes, explicaba, todos vendemos lo mismo y esto no da para más, me decía mientras el redoble de tambor que acompañaba la actuación se iba apagando y arreglaba su maquillaje. Doy fe de que sus ventas eran boyantes. Total, al precio que está el pan, se quejaba.
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