Aquella
mujer tenía mucha pericia, sacaba el pan recién horneado en un
santiamén. Primero abría la puesta accionando una palanca con la
mano izquierda, luego introducía la mano derecha dentro de un
guante, asía una bandeja, se giraba hacia el mostrador y dando un
taconazo a la puerta la daba por cerrada. E inmediatamente empezaba a
servir panes calentitos a los clientes que acabábamos haciendo
malabarismos para no quemarnos. La operación inversa era igual de
rápida para introducir los panes de la siguiente cocción. Me pagan
por dar espectáculo, no por vender pan, me confesó. Y parecía
cierto, porque a las horas señaladas, cada cuarto de hora, la gente
se agolpaba en el establecimiento como si de una sesión de circo se
tratara. Lo hago 64 veces al día, contaba, y de noche ensayo alguna
variación, para sorprender al público. Este es el plus de
diferencia de nuestro producto, ya sabes, explicaba, todos vendemos
lo mismo y esto no da para más, me decía mientras el redoble de
tambor que acompañaba la actuación se iba apagando y arreglaba su
maquillaje. Doy fe de que sus ventas eran boyantes. Total, al precio
que está el pan, se quejaba.
_____ o _____
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