Cosas de mayores

Cuando en los noticiarios llega el parte meteorológico, unos días el padre u otro la madre nos hacen callar. Mi hermano mayor, que hace surf, también presta atención de vez en cuando. Mi madre, dice, necesita saber si llueve o hace sol para organizar la colada y decidir la vestimenta, mi padre lo hace preocupado por su huerto ecológico y mi hermana, desde que agarró una gripe tremenda por ir desastrosamente vestida una noche de otoño, suele hacer algún comentario. Yo no entiendo tanto interés, con lo fácil que es mirar por la ventana y ver cómo está el cielo. Juanín, me dice el abuelo, hay que mirar porque la presentadora es muy guapa. ¡Abuelo!, protesta mi madre, ¡sexista!, se queja mi hermana, ¡ya empezamos!, murmura mi padre. Y mientras tanto, mi hermano y yo miramos a la pantalla a ver qué es lo que emociona al abuelo. Yo no entiendo nada, es una presentadora con pantalones ajustados, piernas largas y flacas, subida en unos zapatos de tacones inmensos y que no para de hablar. Le miro al abuelo y me guiña un ojo. ¡Ji, ji!, se ríe. No entiendo nada, tendré que esperar a ser mayor.

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