14 dic 2016

Odontofobia

Acudió al dentista relajado y valiente, era la primera vez que superaba el miedo a enfrentarse a aquel hombre que desde que era pequeñito le hurgaba en la boca y lo descomponía de tanto dolor. Tocó el timbre y con la mejor de sus sonrisas esperó a que abrieran. Apareció una señorita que le invitó a pasar y al tiempo se extrañó de ver un cliente tan risueño. Hablaron. Traigo su comanda de tacos del Charro Loco. ¡Ah, sí, lo ha pedido la doctora Leonor, déjelo en la mesa! Blandió su factura al viento dando a entender que faltaba la segunda parte de la operación y se quedó esperando a la tal doctora. Esta apareció al instante con la mascarilla puesta, una lámpara en la frente, un taladro plateado funcionado en la mano y unas manchas de sangre en la manga derecha de su uniforme verde claro. El repartidor de pizzas sintió un repentino vacío en el estómago, una total ausencia de aire en su cerebro y se desvaneció sin llegar a cobrar la comanda. Se despertó sentado en la escalera con una señorita al lado que le abanicaba. Perdone, le hemos sacado al exterior, porque cada vez que volvía en sí se desmayaba sin más. Creo que la consulta lo desvanece. Se incorporó, agradeció que le pusieran el dinero en la mano, y se despidió levantando el brazo. Perdona, oyó que le decían, nos conocemos de antes, ¿no? Echó a correr. Si se ponía a contar de qué, no se despertaría en una semana.
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