Hay
versiones muy prosaicas sobre la muerte del gran matemático y
filósofo griego Arquímedes, pero no cabe duda de que todas muestran
el lado entrañable del personaje. Entre los distintos relatos sobre
quién era el enemigo que lo perseguía, que finalmente lo mató, hay
una coincidencia en culpar a las habas de haber sido parte importante
del cuerpo del delito. Ya sean los discípulos despechados, los
siracusanos o las huestes de Crotona los que buscaban su ruina, lo
cierto es que las habas decidieron el momento y lugar de su muerte.
¡Yo no paso por aquí!, cuentan que dijo el filósofo cuando en
plena huida los discípulos le invitaron cruzar por un cultivo de
habas. Y lo cumplió, de verdad, porque tratando de rodearlo, perdió
el tiempo justo para que sus enemigos lo alcanzaran y cayera herido
de muerte por la espada. Pero, ¿qué tienen que ver las habas con
ello? Según mis fuentes, el filósofo y sus discípulos defendían
que las habas tenían alma, que en sus campos se refugiaban los
espíritus de los difuntos, y que cuando las comían, éstas trataban
de escapar al éter a través de las flatulencias, así como suena, y
Arquímedes de Siracusa sentía mucho respeto por los muertos. Buen
argumento, estoy pensando en si mantengo en mi dieta vegana estas
legumbres tan conspicuas.
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