Miren,
señores y señoras, yo soy un conejo que escribe cuentos, así como
lo oyen. Lo hago muy fácil, estiro mis orejas por encima de las
hierbas que mece el viento, recojo los rumores que me caen del cielo,
los condimento con las miserias de este mundo, con una pizquita de
bondad y un poquito de salero, y pongo a llorar a moco tendido a todos
mis seguidores de la pradera. El truco es fácil, hago que los buenos
siempre pierdan hasta el último minuto y luego, en la última frase,
esquivo el destino y hago justicia. Los oyentes, que son unos
sentimentales, me aplauden a rabiar. Pero no piensen que me hago rico
con mis narraciones, no. Lo que consigo es que los pastizales se
llenen de lágrimas y la hierba gane en sabor, sea más apetitosa y
que yo me ahorre tener que ir a morder arcilla como hacen las vacas y
las ovejas. Por eso soy el conejo mejor alimentado del entorno con,
incluso, tiempo para dedicarme a la vida intelectual que, como se ve,
no me va mal. Ya
se sabe, después de satisfacer las necesidades primarias, vienen las
secundarias. ¡Je, je, no me lo discutan!
_____ o _____
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