30 nov 2016

El cuentacuentos de la pradera

Miren, señores y señoras, yo soy un conejo que escribe cuentos, así como lo oyen. Lo hago muy fácil, estiro mis orejas por encima de las hierbas que mece el viento, recojo los rumores que me caen del cielo, los condimento con las miserias de este mundo, con una pizquita de bondad y un poquito de salero, y pongo a llorar a moco tendido a todos mis seguidores de la pradera. El truco es fácil, hago que los buenos siempre pierdan hasta el último minuto y luego, en la última frase, esquivo el destino y hago justicia. Los oyentes, que son unos sentimentales, me aplauden a rabiar. Pero no piensen que me hago rico con mis narraciones, no. Lo que consigo es que los pastizales se llenen de lágrimas y la hierba gane en sabor, sea más apetitosa y que yo me ahorre tener que ir a morder arcilla como hacen las vacas y las ovejas. Por eso soy el conejo mejor alimentado del entorno con, incluso, tiempo para dedicarme a la vida intelectual que, como se ve, no me va mal. Ya se sabe, después de satisfacer las necesidades primarias, vienen las secundarias. ¡Je, je, no me lo discutan!
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