Psicología de hipermercado
Andrés
Ruiz de la Pera llegó a la gran superficie con prisa e hizo un
rápido acopio de productos para salir del paso aquel mediodía en su
cocina. Tenía el tiempo justo para comer y volver al trabajo, así
que se puso rápidamente a cola para pagar. Eligió la caja que veía
menos poblada, pero pronto se dio cuenta que allí, delante de sus
narices, había un pedido gigantesco que le haría demorarse en
exceso. Así que cambió a otra fila en la que los clientes llevaban
unos carros menos poblados. Le entraron dudas al poco, viendo cómo
la fila de al lado caminaba más deprisa. Y le entraron sudores fríos
cuando el cliente que le antecedía quiso cambiar unos vales de
compra y se entretuvo un par de minutos más. Ya al borde del colapso
vio como el turno le llegaba y se quejó a la cajera. Ésta, ducha en
el oficio y sonriente, le calmó dándole conversación y consejos.
Esto es matemática pura, le dijo, necesito 48 segundos para saludar,
dar conversación, llenar las bolsas y cobrar, más 3 segundos escasos en escanear cada producto. Andrés Ruiz de la Pera se quedó
perplejo. ¿Es así? Sí, es mejor ir hacia las cajas de la
izquierda, colocarse donde hay más hombres que mujeres... ¿Eso?
Compran menos productos o muchos de lo mismo, por ejemplo, 60
cervezas que se marcan en un solo escaneado. ¡Ah! Y no lo dudes, es
mejor ir a las cajas atendidas por mujeres, somos más ágiles...
¡Vaya! Aquella cajera, tan observadora y comunicativa, cambió de
registro y tocó el punto definitivo. Pero el problema no es la
velocidad de las filas, sino la ansiedad con la que vivimos. Andrés
Ruiz de la Pera se quedó mirándola a los ojos. Sí, le explicó,
salimos de casa con metas muy medidas, que si a tal hora esto, que si
a tal hora lo otro, que si nos pasa esto o lo de más allá... No
sabemos vivir despacio que es, aquí deletreó cada sílaba, ¡como
mejor se vive! Andrés Ruiz de la Pera sonrió a la cajera, pagó, se
fijó en el nombre que llevaba escrito en un rótulo prendido en el
uniforme, Ane rezaba, y salió del establecimiento con un sosiego que
hacía tiempo no recordaba. Eres un mostrenco, oyó que decía su voz
interior, esa que solía hablar en situaciones señaladas y
clarividentes. Sí, respondió automáticamente su cabeza que estaba
en pleno proceso de reset.
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