Cuando
Romeo Constantino, su novio de toda la vida, preguntó por enésima
vez a Julieta Dudas si quería casarse con ella, a la pobre mujer se
le escapó un sí entusiasta, pero pasó la noche en vela, se lo
pensó mejor y le llamó a su pretendiente al amanecer. Mira, me lo
tengo que rumiar mejor, déjame tiempo, no estoy preparada. Y Romeo
Constantino, pretendiente experimentado, se lo tomó con calma. No
era cuestión de hacer las cosas atropelladamente y a última hora. Y
se fue directamente a hablar con la directora del asilo para que
suspendiera momentáneamente la ceremonia. Por enésima vez.
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