25 nov 2016

El agobio de una coma

Todos tropezaban en la lectura del mismo pasaje y el maestro les reprendía quejándose de que no hacían la pausa requerida. Isabelita sirvió de ejemplo a todos cuando leyó todo de un tirón sin respirar y se desmayó sin acabar el párrafo siquiera. Las comas, decía don Hipólito, se han hecho para respirar y hacer entender el texto. Y les propuso un ejercicio en el que únicamente tenían que acertar a poner una coma en una oración. Escribió en el pizarrón: “No quiero ser castigado por supuesto”. Todos escribieron la frase en el cuaderno y colocaron la coma según su entender. La mitad de ellos pusieron el signo gráfico detrás del no, ya que el maestro había dejado intencionadamente un hueco tras ella. Don Hipólito se paseó entre las mesas, revisó los cuadernos y asestó dos sonoros golpes con la regla en la palma de la mano de los alumnos fallones. Me han puesto, fue toda su explicación, que quieren ser castigados, así que yo lo cumplo. Sólo se salvó Isabelita, que aún estaba convaleciente del sofocón. Así eran los maestros de antes.
_____ o _____
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario