Norberto
Samacona era un hombre de una dentadura especial, conservaba todos
los molares, algún premolar y dos caninos, pero solo dos incisivos
asomaban en su boca cuando reía, así que parecía un desdentado de
verdad. Él lo llevaba bien, porque era un hombre muy macho al que
nadie desafiaba. Pero un día se empezó a preocupar, porque
sencillamente le costaba hincar el diente hasta a los guisos más
tiernos de la cantina. Y acudió al dentista don Heraclio de las
Cartas. Mire usted, este diente se me mueve, déjemelo sujeto y
firme, le dijo. Por dios, ¿qué le pasó? Pues déjelo, cosas de
hombres, explicó. Pues de ahora en adelante, le anunció, va a tener
que masticar como un bebé, que esto no tiene remedio. Es la hora de
las papillas.Y
desde entonces Norberto Samacona, lejos de venirse abajo, acrecentó
su fama de hombre duro. Es cierto que en la cantina comía como un
bebé, con leche, purés, carne picadita y troceada, fruta en jugos y
demás, pero también es cierto que todos los platos los condimentaba
con chile jalapeño muy picante que revolvía con la punta del
revólver que tenía siempre apoyado en la mesa junto a su mano
derecha. Nadie se burla de Norberto Samacona, doctor, le dijo al
dentista en la siguiente visita.
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